El Gato con Botas
Las Increíbles Aventuras del Gato con Botas
Érase una vez, en un reino donde los ratones usaban patines y las vacas daban leche con sabor a chocolate, vivía un molinero con tres hijos. Cuando el molinero se fue al gran molino en el cielo, dejó una herencia muy peculiar: un molino, un burro y... ¡un gato!
El hijo mayor se quedó con el molino, pensando en hacer harina con sabor a pizza. El segundo se llevó el burro, soñando con ganar el "Gran Premio de Rebuzno". Y el más joven, nuestro héroe, se quedó con el gato, pensando: "Genial, ¿y ahora qué? ¿Un gato influencer en Instameow?"
Pero este no era un gato cualquiera. Este era El Gato con Botas, un felino tan astuto que hasta los zorros le pedían consejos. El gato miró a su nuevo amo y le dijo:
"No te preocupes, jefe. Con un par de botas fabulosas y un saco, te convertiré en el Marqués de Carabás más rápido que puedes decir 'whiskas'."
El joven, confundido pero sin nada que perder, le dio al gato lo que pedía. El gato se puso sus nuevas botas (que combinaban perfectamente con su pelaje) y se fue al bosque.
Allí, usando zanahorias y su encanto felino, cazó unos conejos tan gorditos que parecían peluches. Los llevó al palacio como regalo para el rey, diciendo que eran de parte del "Marqués de Carabás". El rey, emocionado por el regalo, exclamó: "¡Qué generoso es ese marqués! ¡Y qué buen gusto en calzado tiene su gato!"
Durante semanas, el gato siguió llevando regalos al rey: pavos que bailaban salsa, peces que cantaban ópera, y hasta un jabalí que hacía malabares. El rey estaba tan impresionado que ya soñaba con conocer al famoso Marqués de Carabás.
Un día, el gato se enteró que el rey iba de paseo con su hija, la princesa. Era el momento perfecto para su gran plan. Le dijo a su amo:
"Jefe, hoy te vas a bañar en el río. Y no me mires así, que te hace falta."
Cuando pasó la carroza real, el gato empezó a gritar como si estuviera en un concierto de rock:
"¡Socorro! ¡El Marqués de Carabás se ahoga! ¡Se le han mojado los calcetines de seda!"
El rey, recordando todos los regalos, ordenó rescatar al "marqués". Lo vistieron con ropas tan elegantes que parecía un árbol de Navidad andante. La princesa, al verlo, pensó: "¡Vaya! ¡Este marqués está más bueno que el pastel de chocolate!"
El gato, feliz como un gato con un ovillo de lana, corrió adelante del carruaje. Cada vez que veía campesinos, les decía:
"Cuando el rey pregunte de quién son estas tierras, digan que del Marqués de Carabás. Si no, los convertiré en ratoncitos para mi cena."
Así, cada vez que el rey preguntaba, todos respondían: "¡Del Marqués de Carabás, su majestad!" El rey estaba tan impresionado que ya planeaba la boda real.
Finalmente, llegaron a un castillo enorme, más grande que un centro comercial en rebajas. Era propiedad de un ogro malvado que olía a calcetines sucios.
El gato, valiente como él solo, entró al castillo y le dijo al ogro:
"Oye, grandullón, he oído que puedes convertirte en cualquier animal. ¿Es cierto o solo son chismes de Instagram?"
El ogro, presumido, se convirtió en un león tan grande que el gato casi necesita pañales. Luego, el gato dijo:
"Impresionante, pero apuesto a que no puedes convertirte en algo pequeñito, como un ratón. Eso sí sería un reto."
El ogro, picado en su orgullo, se transformó en un ratoncito. El gato, más rápido que un ninja con hipo, ¡zas! Se lo comió de un bocado.
Cuando llegó el rey, el gato lo recibió diciendo:
"Bienvenidos al castillo del Marqués de Carabás. Disculpen el desorden, es que despedimos al ogro que vivía aquí. Ya saben, problemas de actitud."
El rey, maravillado, le dio a su hija en matrimonio al "marqués". Y así, gracias a un gato con botas de moda y más labia que un vendedor de crecepelo, el hijo más joven del molinero se convirtió en príncipe.
La moraleja de esta historia es: nunca subestimes a un gato con botas de marca. Y si tienes un amigo astuto, ¡dale un par de botas y prepárate para la aventura!
Deja una respuesta