La clásica historia de Caperucita Roja contada de manera moderna.

Había una vez, en un mundo donde los colores tejían la realidad y las flores susurraban secretos al amanecer, una niña llamada Caperucita Rosa. Así la llamaban porque siempre llevaba una graciosa capa de un rosa intenso, regalo de su abuela que vivía al otro lado del frondoso y mágico bosque.

Caperucita Rosa era alegre y bondadosa, y a menudo ayudaba a su madre en las labores del hogar y en el cuidado del jardín, donde las rosas más bellas se inclinaban a su paso. Un día, su madre la envió a llevarle una cesta de dulces y remedios a su abuela, que estaba resfriada.

"Recuerda," dijo su madre con dulzura, "no te desvíes del camino y no hables con extraños."

Caperucita Rosa, con una sonrisa y una promesa, se puso su capa y tomó la cesta llena de amor y galletas de lavanda. Saltando y cantando, se adentró en el bosque, donde los rayos del sol jugaban a esconderse entre las hojas.

No muy lejos del camino, un lobo disfrazado, con modales refinados y sonrisa encantadora, observó a Caperucita Rosa. Su pelaje era plateado y sus ojos brillaban con astucia. Se acercó a la niña con una reverencia y dijo: "Buenos días, jovencita. ¿Adónde te diriges con tanta prisa?"

Caperucita Rosa, recordando las palabras de su madre pero cautivada por la presencia del lobo, contestó con inocencia: "Voy al hogar de mi abuelita para llevarle estas delicias y hacer que se sienta mejor."

El lobo, escondiendo su verdadera intención bajo una máscara de preocupación, sugirió un atajo. "Por ese sendero llegarás mucho más rápido," mintió con una voz melosa, señalando un camino cubierto de sombras.

Pero Caperucita Rosa, aunque joven, llevaba en su corazón la sabiduría de la bondad, y algo en su interior le decía que no debía confiar en aquel encuentro fortuito. Así que, con una disculpa educada, siguió por el camino que conocía, sintiendo en el viento una advertencia.

Mientras tanto, el lobo, frustrado pero decidido, corrió por su sendero oscuro hacia la casa de la abuela. Al llegar, con un truco y una mentira, engañó a la anciana y la encerró en el armario, tomando su lugar en la cama, esperando a Caperucita Rosa con hambre en su mirada.

Cuando la niña llegó, la escena que halló la dejó desconcertada. Su abuela se veía extraña, con una voz ronca y ojos llenos de sombra. Caperucita Rosa, recordando las historias y consejos de su madre, pronto vio a través del disfraz.

Con un grito valiente, llamó a los amigos del bosque que había conocido en sus viajes. Los pájaros, los conejos y hasta el rumoroso viento acudieron a su ayuda, desenmascarando al lobo y salvando a su abuela con ingenio y valentía.

El lobo, superado por la unidad del bosque y la astucia de una niña que no se dejó engañar, huyó con el rabo entre las patas, prometiéndose nunca más subestimar el poder de la luz y la verdad.

Caperucita Rosa aprendió que la prudencia y el amor por los demás son las joyas más valiosas en el camino de la vida. Desde aquel día, la niña y su abuela pasaron muchos atardeceres juntas, compartiendo historias y risas mientras el bosque susurraba cuentos de una niña de capa rosa que, con la pureza de su corazón, había triunfado sobre la astucia de un lobo plateado,